Este fin de semana estuve viendo,
con la atención dispersa, una película típica de sábado por la tarde de cuyo título
no puedo acordarme. Se trataba de ese tipo de película centrada en un instituto
américano, con el chico popular, la chica inadaptada (o viceversa) y como no,
el baile. Vamos, la típica película que te permite que la tele haga compañía de
fondo mientras trasteas con el ordenador, trabajas en tareas rutinarias, o
charlas con tu pareja.
Hubo un momento de la película
que me hizo reflexionar y escribir este post.
En este caso la inadaptada era
ella: reservada, interesada por las artes, con gafas y una forma de vestir
desenfadada. Como era de esperar llega el momento cambio: lentillas, corte de
pelo con peinadito sofisticado, taconazo y vestido que deja admirar una
estupenda figura. El resultado: Aceptación social.
Esta escena me hizo reflexionar sobre las normas sociales
que rigen nuestra vida en lo relativo a la imagen personal.
Personalmente me parecía que la chica de la película estaba
mucho más atractiva e interesante antes del “maravilloso” cambio. Y no es que
reniegue de los tacones, los vestidos, faldas, tacones, maquillaje, etc. Sin
embargo, reniego de que sea esa la única manera socialmente aceptable de estar guapa,
de sentirse a gusto con una misma, de transmitir belleza.
Esta claro que a todas (hablo en femenino porque considero
que este tipo de exigencias de belleza son más estrictas para nosotras), quien
más quien menos, nos importa nuestra imagen, nos importa ser queridas y
aceptadas, y queremos sentirnos más atractivas. Pero de ahí a que se convierta
en una obsesión, y que tan sólo contemplemos un modo de ser atractivas, va un
gran trecho.
Así que se me han ocurrido unos consejitos
para estar guapa de verdad.
Me encantaría conocer vuestra opinión sobre este tema, así que no dudéis en compartirla en los comentarios.

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