En estos días, la disciplina de la Restauración de
Patrimonio
ha tenido un protagonismo poco habitual, y por causas un tanto
desafortunadas.
Supongo que pocas personas quedarán sin conocer la noticia,
pero por si alguien se ha despistado, aquí la tenéis.
Soy restauradora de formación, aunque ya llego dos años sin
ejercer,
de modo que no puedo evitar dejar mi opinión sobre este asunto.
Los restauradores, como muchos otros profesionales de
diversas disciplinas,
estamos hartos de ver como nuestro trabajo no se valora.
Por citar un ejemplo, en Canarias y otras comunidades
autónomas
se ha incluido en el Repertorio de Oficios Artesanos los oficios de
“Restauración de Muebles” y “Restauración de objetos de Arte”,
lo que demuestra
una total ignorancia por parte de las instituciones
de lo que esta profesión
implica. Un restaurador no es un artesano,
pues su oficio no es crear objetos
nuevos, sino conservar y
restaurar los objetos ya existentes.
Un Restaurador
necesita una titulación superior para ejercer,
y no necesita de ningún carnet
de artesano. Del mismo modo,
una persona sin estudios específicos de
Restauración no es restaurador
por mucho que posea un carnet de artesano, o al
menos, así debería ser.
Restaurar no es coger un objeto viejo y dejarlo tan bonito
como si
estuviera nuevo. Restaurar es intentar minimizar los efectos del paso
del
tiempo, siendo respetuosos con la integridad material del objeto,
tratando
de que llegue en el mejor estado posible a futuras generaciones.
Si ni tan siquiera las instituciones tienen el suficiente
respeto
y conocimiento sobre esta profesión, ¿qué le vamos a pedir a cualquier
otra persona?
¿Quién es el responsable de lo ocurrido? En mi opinión, la
última responsable
es la señora que con sus mejores intenciones trato de
arreglar la obra.
No me imagino a la señora forzando la cerradura de la iglesia,
con sus pinturas y pinceles bajo el brazo repintando la obra alumbrada con una
linterna para que nadie se enterara. Imagino más bien a una señora sentada
frente a la obra mientras la iglesia estaba abierta, con el consentimiento
del
párroco y ante la mirada de otros fieles.
Ahora, cuando el tema se ha convertido en algo mediático,
contratan a un grupo
de restauradores, de los de verdad, para arreglar el
desastre.
Pero si nada de esto hubiera pasado, la obra seguiría deteriorándose,
y considerada
de escaso valor artístico como para invertir fondos en su
tratamiento.
De haberla intervenido a tiempo la restauración no hubiese
costado
lo que imagino costará ahora, además de que quedaría en mejor estado.
Me gustaría conocer vuestra opinión sobre este asunto.
¿Quién creéis que es el responsable de lo ocurrido?
¿Consideráis importante la conservación y restauración de
nuestro patrimonio?
¿Qué opinión tenéis sobre la profesión de Restauración?
¿Y
sobre su inclusión en el Repertorio de oficios artesanos?