La ilustración es comunicación, es una historia que se
cuenta con el alma, es un mensaje cuyo destino va más allá de la razón, que se
instala en esa parte de nosotros donde nacen los sueños.
Es un arte, es utilizar elementos como líneas, y manchas de
color como un poeta usa las palabras para despertar nuestras emociones.
Es un trabajo, es ser tenaz, luchador y soñador. Es no
rendirte a la frustración, asumir que tendrás que trabajar sin recompensa
inmediata, que saldrán cosas que no valen para nada antes de llegar a algo que
pueda emocionar, que conecte en lo más profundo con otras personas.
Sin embargo, muchos se confunden. Muchos ven ilustraciones
en internet y las utilizan en sus páginas profesionales sin ni siquiera citar
al autor. Muchos comparten ilustraciones que les gustan sin dedicar unas
palabras a quien creo esa imagen, sin preocuparse de conocer de qué manos salió
todo aquello que hoy les ha emocionado. Pero lo que es peor, algunos son
capaces incluso de crear toda una marca de moda utilizando sin permiso
ilustraciones ajenas.
Debe ser más fácil y más rápido. Tiene que ser sencillo
investigar en la red hasta encontrar las mejores ilustraciones, esas que han
logrado que surja la magia, esas que de verdad han conectado con el público. Debe
ser sencillo apropiarse del talento de Lady Desidia o de Conrad Roset e irte a
hacer la ropa a India, China o Thailandia. Te deben quedar muchos recursos (en
forma de tiempo y dinero) que dedicarle a salir en los medios, a hacer
marketing, a hacer sesiones fotográficas, etc.
Pero la ilustración no es una planta silvestre que puedes
apropiarte cuando se cruza por tu camino. La ilustración tiene sus dueños,
quien la ha creado, y ellos tienen sus derechos.
Cuando robas ilustraciones para lucrarte con ellas, tarde o
temprano, te encontrarás con un inmenso y profundo rechazo, porque cuando robas
a un ilustrador nos estás matando un poquito a todos.